Tu vida está llena de planes, desde salir presentable de casa hasta los relacionados con tu idea del éxito. En buena medida tu bienestar se relaciona con que se cumplan los pequeños proyectos cotidianos. ¿Cómo te sentiste la última vez que te atoraste en el tráfico sin llegar a dónde querías? ¿O cuándo no pudiste sacar adelante ese proyecto?
Muchas veces vives a la carrera, con mucho estrés porque tus actividades son la promesa de un mañana mejor: más dinero, una casa, un mejor cuerpo, una relación estable. Sientes que en ese mañana tal vez dejarás de sentir malestar.
Hablemos de esa idea de una relación que te haga feliz…
Quizá una relación que dure hasta la muerte, donde todas las promesas se cumplan, haya motivación mutua y buen sexo. En ciertas ocasiones, también se espera que esa relación trascienda la muerte y perviva por toda la eternidad. Hay quienes encuentran en el enamoramiento una ilusión, cierta restitución por el malestar de los años anteriores, una especie de medicina ante el sinsentido de la existencia.
Sí, hay malestar a lo largo de la vida: el nacimiento se acompaña de llanto, en la infancia se llora por cualquier cosa (mamá se fue 5 minutos o te quitaron el juguete). Cualquier frustración es trágica. No puedes controlar lo que hacen otras personas, ni siquiera aquellas que más te aman, además tienden a separarse de ti y tener sus propios asuntos. Niñas y niños muy pequeños viven esto como una tragedia e incluso como una traición. Hay personas de 18, 20, 30 u 80 años que viven sus relaciones así.
Difícilmente aceptan la soledad, la separación y la finitud: les duele que los fuegos artificiales del enamoramiento se acaben (y den paso a un vínculo más callado, pero más estable), reclaman que amistades y amores cambien con el tiempo, se trauman con la pérdida de facultades y la llegada de las primeras canas (de hecho se sienten personas ancianas a los 26), quieren saber todo lo que hace su pareja con el objetivo de no sufrir abandono, tratan de llenar su soledad con relaciones, sexo, sustancias u otras adicciones.
Más allá de estas condiciones que parecen extremas, es muy común esa dificultad para aceptar la soledad y la separación. No hay quien se mantenga en un estado de relajación ante el fin de una relación, un fallecimiento o la cancelación de un viaje; esto es parte de ser humanos. Tal vez sea este doloroso reto el que ha motivado a la humanidad a desarrollar la filosofía, las artes y las ciencias. ¡Cuántos sueñan con la eternidad de una u otra forma!
La aceptación es el único remedio contra el dolor de la realidad. Dejar de pelear contra lo inevitable es el primer paso para darle la bienvenida. La conciencia de la finitud ayuda a no darlas por sentado: valorar lo que se tiene, agradecer la compañía de las personas que amas y poner más atención a los detalles que algún día se disiparán.
Madurar implica abandonar las adicciones, aceptar que la otra persona tenga una vida propia y secreta, aplaudir la individualidad, tolerar la distancia. Cuando el malestar es tanto que dificulta vivir bien y disfrutar de las relaciones, la mejor alternativa es el acompañamiento psicológico. ¡Contáctanos!
Oscar Flores Aguayo
Soy psicólogo y psicoterapeuta con al menos 10 años de experiencia. Estudié la licenciatura en psicología en la Universidad Iberoamericana y mi formación psicoanalítica en el Instituto Mexicano de Psicoanálisis. Ejerzo la psicoterapeuta de pareja por medio del modelo de Terapia Focalizada en las Emociones. He dirigido mi trabajo profesional hacia la intervención en crisis presencial y a distancia. Me he desempeñé como profesor y conferencista para poblaciones variadas: niños, adolescentes, adultos y personas mayores.